martes, marzo 31, 2009

Reeker

Los teleñecos en cuentos para no dormir

Repetición de repetición de películas del género. Si por lo menos les hubiera salido bien el refrito, no me importaría en absoluto que careciera de originalidad e inventiva, pero lo lamentable es que Reeker no tiene ni una pizca de atracción para el espectador.

El inicio puede resultar prometedor, descubrimos un grupito de jóvenes de lo más típico que pueden ser carne de cañón de nuestras espectativas, comprobamos con sus ocurrentes diálogos que la cinta puede llevar algo de mala uva. Desde el minuto 15 entramos en un desmorone continuo, secuencias inconexas que no aportan ni lo más mínimo, nada evoluciona: uno sale a buscar a otro, apariciones (que pretenden asustar)... todo ello con la misma musiquilla de bajísima calidad que delatará aún más la casposería del conjunto.

Actores inexpertos que se límitan a reproducir el guión como loros y llevar a cabo escenas de nula creatividad. A destacar una chica llamada Cuqui, pija por excelencia, y que parece la viva imagen de Leticia Sabater (cuyo nombre no paran de repetir y cuya frase por excelencia es "me hago pipí", cual muñeca de Famosa, finalmente su incontinencia le pasará factura), o aquel chico (Derek Richardson) que vimos en la infecta secuela de "2 Tontos muy Tontos" o en "Hostel", y que aquí está mucho más próximo a su papel del imbécil Harry. Otra chica morena, recién salida de la pelu (le han debido fijar el pelo con Cucal, porque su casco integral no se le despeina en toda la cinta).

El villano mejor obviarlo, como hacen durante toda la película, un esqueleto liado en una manta, que se pasó por la teletienda para comprar el último modelo en batidoras para hacer de las suyas y cuya pestilencia marea no sólo a los protagonistas, transpasando la pantalla.

Rematamos con un final en el que nos tratan como subnormales, incoherente, previsible y burlesco, mil veces visto. Igual nos hemos reido de los personajes, pero los creadores de esta cinta se han reido de nosotros, y lo dejan claro en los últimos minutos.

Lo peor: Pensarla.
Lo mejor: Olvidarla.

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